Jasper:
No era algo normal, ni siquiera rozaba lo aceptable. Empezaba a alejarme de ella. Seguía siendo importante para mí, pero no era la persona con la que quería compartir mi existencia. Últimamente me pasaba las horas muertas tirado en el sofá de casa.
Cuando ella venía a mí buscando algo más que una conversación, alegaba cualquier tipo de excusa para irme, la más normal era la de cazar y ella me entendía, porque sabía que no era como los demás, que tenía que alimentarme más seguido para impedir que, involuntariamente, me lanzase contra un humano y le arrebatase el poco halo de vida que podía haber en su cuerpo.
En esos cuerpos diminutos y calientes, tan frágiles que con solo una mano podría aplastarles el cráneo.
A veces, me alegraba que solo pudiese ver las decisiones tomadas y no los sentimientos, ya que mis planes no cambiaban, iba a seguir con ella, me gustase o no.
¿Qué ha cambiado? No lo se. Es algo que me pregunto muchas veces, el porqué de las cosas. En realidad, el único cambio que había habido en mi vida, o presente mejor, era la ubicación de nuestros asientos en el comedor del instituto, y eso no podía considerarse un cambio propiamente dicho. Nos sentábamos con Edward, con Bella y otros dos humanos de los cuales no recordaba su nombre. Una chica y un chico. Creo que eran pareja o algo de eso. Tendría que aprenderme sus nombres, era algo incomodo tener que preguntárselos a Alice cada vez que nos sentábamos en la mesa.
Ahora me acuerdo. La chica se llama Angela, si eso, Angela. Pero del chico seguía sin acordarme. También había cambiado la forma que tenía de ver a los humanos, por lo menos a los anteriormente nombrados. Ya no me imaginaba a mi mismo saltando sobre ellos.
Me llama la atención la chica, Angela. Creo que es el ser más frágil que he conocido. Siempre insegura.
Haciendo las cosas con sumo cuidado y dedicación creyendo que algo le va a salir mal. Lo se porque puedo percibir los sentimientos de los demás, ese es el don con el que nací. En mi vida como neófito me sirvió para controlar al ejército de María, ahora me servía para calmar los enfrentamientos de mi hermano Edward con el lobo ese. Se ponía nerviosa cuando miraba
a uno de nosotros y ocurría algo que a mi me gustaba, su sangre se amontonaba en sus mejillas haciendo que estas adquiriesen un bonito tono rojizo cuando se daba cuenta que yo la descubría. Y entonces, solo entonces, se me pasaba por la cabeza poder
perder el control, solo un par de minutos, lo justo para probarla. Ella debe darse cuenta de que la miro con ojos desorbitados porque parece asustarse y baja la cabeza muy rápidamente.
Y después era yo el que descubría a Alice mirándome.
Era algo que se repetía todos los días: lunes, la miraba y quería saltar sobre ella, martes, laminaba y quería saltar sobre ella, miércoles, la miraba y quería saltar sobre ella, jueves, la miraba y quería saltar sobre ella, y viernes, la miraba y quería saltar sobre ella.
¿Aún me preguntaba que había cambiado? Tenía una nueva presa, ella. La imaginaba sola, en un bosque, perdida, alterada, desesperada. Y yo corría, corría hasta alcanzarla. Ella pensaba que iba a salvarla, por un momento se relajaba y entonces yo, zas. Me lanzaba sobre ella.
Clavaba mis colmillos en su garganta. Solo quería probarla, pero no podía parar. Su sabor, dulce y a la vez amargo, me provocaba en la garganta alivio y escozor, una mezcla placentera y muy, muy excitante. Su cuerpo se convulsionaba en mis brazos y yo no podía soltarla.
Dejó de moverse, había extraído hasta la última gota de su exquisita sangre. Y esa era mi pesadilla. Si, pesadilla, porque temía con todo mi ser que se hiciese realidad.
Ella era mi obsesión. Ella era lo que había cambiado.
Bueno, este Fic se me ocurrió un día aburrida en casa. Es muy cortito como podéis ver. En un principio es un One-Shot,
pero si veo que gusta y que tiene una buena acogida lo desarrollaré haciendo más capítulos. Bueno, ya os dejo,
y eso que os guste mucho mucho.
No era algo normal, ni siquiera rozaba lo aceptable. Empezaba a alejarme de ella. Seguía siendo importante para mí, pero no era la persona con la que quería compartir mi existencia. Últimamente me pasaba las horas muertas tirado en el sofá de casa.
Cuando ella venía a mí buscando algo más que una conversación, alegaba cualquier tipo de excusa para irme, la más normal era la de cazar y ella me entendía, porque sabía que no era como los demás, que tenía que alimentarme más seguido para impedir que, involuntariamente, me lanzase contra un humano y le arrebatase el poco halo de vida que podía haber en su cuerpo.
En esos cuerpos diminutos y calientes, tan frágiles que con solo una mano podría aplastarles el cráneo.
A veces, me alegraba que solo pudiese ver las decisiones tomadas y no los sentimientos, ya que mis planes no cambiaban, iba a seguir con ella, me gustase o no.
¿Qué ha cambiado? No lo se. Es algo que me pregunto muchas veces, el porqué de las cosas. En realidad, el único cambio que había habido en mi vida, o presente mejor, era la ubicación de nuestros asientos en el comedor del instituto, y eso no podía considerarse un cambio propiamente dicho. Nos sentábamos con Edward, con Bella y otros dos humanos de los cuales no recordaba su nombre. Una chica y un chico. Creo que eran pareja o algo de eso. Tendría que aprenderme sus nombres, era algo incomodo tener que preguntárselos a Alice cada vez que nos sentábamos en la mesa.
Ahora me acuerdo. La chica se llama Angela, si eso, Angela. Pero del chico seguía sin acordarme. También había cambiado la forma que tenía de ver a los humanos, por lo menos a los anteriormente nombrados. Ya no me imaginaba a mi mismo saltando sobre ellos.
Me llama la atención la chica, Angela. Creo que es el ser más frágil que he conocido. Siempre insegura.
Haciendo las cosas con sumo cuidado y dedicación creyendo que algo le va a salir mal. Lo se porque puedo percibir los sentimientos de los demás, ese es el don con el que nací. En mi vida como neófito me sirvió para controlar al ejército de María, ahora me servía para calmar los enfrentamientos de mi hermano Edward con el lobo ese. Se ponía nerviosa cuando miraba
a uno de nosotros y ocurría algo que a mi me gustaba, su sangre se amontonaba en sus mejillas haciendo que estas adquiriesen un bonito tono rojizo cuando se daba cuenta que yo la descubría. Y entonces, solo entonces, se me pasaba por la cabeza poder
perder el control, solo un par de minutos, lo justo para probarla. Ella debe darse cuenta de que la miro con ojos desorbitados porque parece asustarse y baja la cabeza muy rápidamente.
Y después era yo el que descubría a Alice mirándome.
Era algo que se repetía todos los días: lunes, la miraba y quería saltar sobre ella, martes, laminaba y quería saltar sobre ella, miércoles, la miraba y quería saltar sobre ella, jueves, la miraba y quería saltar sobre ella, y viernes, la miraba y quería saltar sobre ella.
¿Aún me preguntaba que había cambiado? Tenía una nueva presa, ella. La imaginaba sola, en un bosque, perdida, alterada, desesperada. Y yo corría, corría hasta alcanzarla. Ella pensaba que iba a salvarla, por un momento se relajaba y entonces yo, zas. Me lanzaba sobre ella.
Clavaba mis colmillos en su garganta. Solo quería probarla, pero no podía parar. Su sabor, dulce y a la vez amargo, me provocaba en la garganta alivio y escozor, una mezcla placentera y muy, muy excitante. Su cuerpo se convulsionaba en mis brazos y yo no podía soltarla.
Dejó de moverse, había extraído hasta la última gota de su exquisita sangre. Y esa era mi pesadilla. Si, pesadilla, porque temía con todo mi ser que se hiciese realidad.
Ella era mi obsesión. Ella era lo que había cambiado.
Bueno, este Fic se me ocurrió un día aburrida en casa. Es muy cortito como podéis ver. En un principio es un One-Shot,
pero si veo que gusta y que tiene una buena acogida lo desarrollaré haciendo más capítulos. Bueno, ya os dejo,
y eso que os guste mucho mucho.